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Mostrando entradas de octubre, 2011

La oración de las rosas

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¡Ave rosas, estrellas solemnes! Rosas, rosas, joyas vivas de infinito; bocas, senos y almas vagas perfumadas; llantos, ¡besos!, granos, polen de la luna; dulces lotos de las almas estancadas; ¡ave rosas, estrellas solemnes! Amigas de poetas y de mi corazón, ¡ave rosas, estrellas de luminosa Sión! Panidas, sí, Panidas; el trágico Rubén así llamó en sus versos al lánguido Verlaine, que era rosa sangrienta y amarilla a la vez. Dejad que así os llame, Panidas, sí, Panidas, esencias de un Edén, de labios danzarines, de senos de mujer. Vosotras junto al mármol la sangre sois de él, pero si fueseis olores del vergel en que los faunos moran, tenéis en vuestro ser una esencia divina: María de Nazaret, que esconde en vuestros pechos blancura de su miel; flor única y divina, flor de Dios y Luzbel. Flor eterna. Conjuro al suspiro. Flor grandiosa, divina, enervante, flor de fauno y de virgen cristiana, flor de Venus furiosa y tonante, flor mariana celeste y sedante, flor que es vida y azul

Canción De Otoño

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Los sollozos más hondos del violín del otoño son igual que una herida en el alma de congojas extrañas sin final. Tembloroso recuerdo esta huida del tiempo que se fue. Evocando el pasado y los días lejanos lloraré. Este viento se lleva el ayer de tiniebla que pasó, una mala borrasca que levanta hojarasca como yo. Paul Verlaine

Mariposa

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Quisiera hacer un verso que tuviera ritmo de Primavera; que fuera como una fina mariposa rara, como una mariposa que volara sobre tu vida, y cándida y ligera revolara sobre tu cuerpo cálido de cálida palmera y al fin su vuelo absurdo reposara –tal como en una roca azul de la pradera– sobre la linda rosa de tu cara… Quisiera hacer un verso que tuviera toda la fragancia de la Primavera y que cual una mariposa rara revolara sobre tu vida, sobre tu cuerpo, sobre tu cara. Nicolás Guillén

LIBERTAD

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En mis cuadernos de estudiante en mi pupitre y en los árboles sobre la arena y en la nieve yo escribía tu nombre Sobre las páginas leídas sobre las páginas en blanco piedra papel sangre o ceniza yo escribía tu nombre Sobre la jungla y el desierto en las retamas y los nidos y en cada eco de mi infancia yo escribía tu nombre En las maravillosas noches en el pan blanco de los días en las nupciales temporadas yo escribía tu nombre En los andrajos de mi azul en el estanque enmohecido sobre la luna de los lagos yo escribía tu nombre Sobre los campos y horizontes sobre las alas de los pájaros en el molino de las sobras yo escribía tu nombre En cada soplo de la aurora sobre la mar y sus navíos en la montaña enloquecida yo escribía tu nombre Sobre la espuma de las nubes sobre el sudor de las tormentas sobre la lluvia espesa y sosa yo escribía tu nombre Sobre las formas espejeantes y las campanas de colores sobre la física verdad yo escribía tu nombre En los caminos que despiertan y por las ruta

Nocturno

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Por un pueblo conduzco de noche, las casas aparecen En el resplandor de mis luces – ellos están despiertos, desean beber. Casas, galpones, letreros, vehículos abandonados –es ahora Se visten ellos mismos en vida. La gente duerme: Algunos pueden dormir en paz, otros con semblantes tensos Como si estuviesen estrenando para la eternidad No osan soltarse completos a pesar que su sueños son pesados. Descansan como barreras caídas cuando cruza el misterio. Afuera del pueblo el camino se alarga entre los árboles del bosque Y los árboles los árboles en silencio entre ellos Tienen el color teatral que tiene el brillo del fuego ¡Qué claras son sus hojas! Me persiguen hasta mi hogar. Me acuesto a dormir, veo imágenes desconocidas Y signos suben solos detrás de las pupilas En la oscuridad de la muralla. En la rendija entre en vela y el sueño un gran carta intenta colarse en vano. Tomas Tranström

Otoño

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Fotografía Paco Amor Gracias amigo. Esparce octubre, al blando movimiento del sur, las hojas áureas y las rojas, y, en la caída clara de sus hojas, se lleva al infinito el pensamiento. Qué noble paz en este alejamiento de todo; oh prado bello que deshojas tus flores; oh agua fría ya, que mojas con tu cristal estremecido el viento! ¡Encantamiento de oro! Cárcel pura, en que el cuerpo, hecho alma, se enternece, echado en el verdor de una colina! En una decadencia de hermosura, la vida se desnuda, y resplandece la excelsitud de su verdad divina. Juan Ramón Jiménez