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Mostrando entradas de enero, 2012

SONETO XLI

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Desdichas del mes de Enero cuando el indiferente mediodía establece su ecuación en el cielo, un oro duro como el vino de una copa colmada llena la tierra hasta sus límites azules. Desdichas de este tiempo parecidas a uvas pequeñas que agruparon verde amargo, confusas, escondidas lágrimas de los días hasta que la intemperie publicó sus racimos. Sí, gérmenes, dolores, todo lo que palpita aterrado, a la luz crepitante de Enero, madurará, arderá como ardieron los frutos. Divididos serán los pesares: el alma dará un golpe de viento, y la morada quedará limpia con el pan fresco en la mesa. Pablo Neruda

L'heure exquise

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La hora exquisita La luna blanca luce en los bosques; de cada rama parte una voz bajo el ramaje... Oh, bien amada. El estanque refleja, profundo espejo, la silueta del sauce negro donde el viento llora. ¡Soñemos, es la hora! Un vasto y tierno sosiego parece descender del firmamento que el astro irisa. Es la hora exquisita. Paul Verlaine

Dormido entre rosas

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Dormido entre rosas y encajes de hilo, soñando en los lirios que vienen del Sur, buscando en la noche los claveles fríos del amor prohibido vive el andaluz. Sombrero en los ojos pañuelo esmeralda, fuego en las pestañas ¡menudo valor! Quedó en el olvido tal vez las razones aquél pasodoble que en Madrid cantó, Cuentan que en las noches de luna de mayo entre lo malvado de la oscuridad, se pinta los ojos, se muerde los labios y abanico en mano se pone a cantar: Ay rosa, Málaga bella, biznaga de mi pasión, donde yo aprendí a querer donde conocí el amor. Ay rosa, Málaga bella, biznaga del corazón. ¿De qué me sirve volver? ¿De qué me sirve volver? Si el amor se marchitó. Preguntan las rosas ¿por qué fue al exilio? Preguntan los lirios ¿por qué no volvió? Tan sólo la luna y el amargo vino saben los motivos de su corazón. Cuentan que por rojo, por republicano, que andaba enredao con un militar, cuatro señoritos de pistola en mano sin voz lo dejaron en la madrugá

La abarcas desiertas

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Por el cinco de enero, cada enero ponía mi calzado cabrero a la ventana fría. Y encontraban los días, que derriban las puertas, mis abarcas vacías, mis abarcas desiertas. Nunca tuve zapatos, ni trajes, ni palabras: siempre tuve regatos, siempre penas y cabras. Me vistió la pobreza, me lamió el cuerpo el río, y del pie a la cabeza pasto fui del rocío. Por el cinco de enero, para el seis, yo quería que fuera el mundo entero una juguetería. Y al andar la alborada removiendo las huertas, mis abarcas sin nada, mis abarcas desiertas. Ningún rey coronado tuvo pie, tuvo gana para ver el calzado de mi pobre ventana. Toda la gente de trono, toda gente de botas se rió con encono de mis abarcas rotas. Rabié de llanto, hasta cubrir de sal mi piel, por un mundo de pasta y un mundo de miel. Por el cinco de enero, de la majada mía mi calzado cabrero a la escarcha salía. Y hacia el seis, mis miradas hallaban en sus puertas mis abarcas heladas, m

Año nuevo

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A las doce de la noche, por las puertas de la gloria y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre, sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria, San Silvestre. Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara, de que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión; y el anillo de su diestra hecho cual si fuese para Salomón. Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina, y su capa raras piedras de una ilustre Visapur; y colgada sobre el pecho resplandece la divina Cruz del Sur. Va el pontífice hacia Oriente; ¿va a encontrar el áureo barco donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero? Ya la aljaba de Diciembre se fue toda por el arco del Arquero. A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno el inmenso Sagitario no se cansa de flechar; le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno y le cubre los riñones el vellón azul del mar. Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora; doce aljabas c