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Mostrando entradas de marzo, 2011

La belleza

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Enemigo de la guerra y su reverso, la medalla no propuse otra batalla que librar al corazón de ponerse cuerpo a tierra bajo el paso de una historia que iba a alzar hasta la gloria el poder de la razón y ahora que ya no hay trincheras el combate es la escalera y el que trepe a lo mas alto pondrá a salvo su cabeza Aunque se hunda en el asfalto la belleza... Míralos, como reptiles, al acecho de la presa, negociando en cada mesa maquillajes de ocasión; siguen todos los raíles que conduzcan a la cumbre, locos por que nos deslumbre su parásita ambición. Antes iban de profetas y ahora el éxito es su meta; mercaderes, traficantes, mas que nausea dan tristeza, no rozaron ni un instante la belleza... Y me hablaron de futuros fraternales, solidarios, donde todo lo falsario acabaría en el pilón. Y ahora que se cae el muro ya no somos tan iguales, tanto vendes, tanto vales, ¡viva la revolución! Reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo, ese viaje h

ESTE SITIO DE ANGUSTIA

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Uno quisiera siempre tener su mano amiga, su buen pan compañero, su dulce café, su amigo inseparable para cada momento. Quisiera no encontrar un solo fruto amargo, una casa sangrando, un niño abandonado, un anciano caído debajo del fracaso. Pero a veces los días se ponen grises, nos miran con miradas enemigas, y se ríen de nosotros, se burlan de nosotros, nos enseñan cadáveres de jornaleros tristes, de muchachas vencidas, de niños sin tinero. Se mira uno las uñas, como haciéndose viejo, encoge las rodillas para no perecer, y nada, nada bueno agita las campanas, nada bueno florece en los hombros del mundo. Entonces es que uno llama al apio y le dice, llama al rábano amargo y le dice también que esta corteza de hombre debe ser un castigo, un paisaje maldito donde el hombre no quiere, no soporta vivir porque le sorben sangre, porque le chupan sangre hasta dejarlo ciego. Jorge Debravo

En cada lealtad hay un rumor de transparencia

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Yo he querido un respeto de cristal. Que la lluvia viniese sobre mí con sus alas de tarde, que la noche difícil se moviera como un vaso de agua en nuestra mano, que las enamoradas buscasen un espejo donde sentir los labios, y que la historia con su tacón injusto no pisara mi vida, porque la lluvia y yo y las enamoradas y el espejo no somos partidarios de los cristales rotos. Luis García Montero