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Mostrando entradas de julio, 2013

Sa Serra de Tramuntana en llamas...

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Desolación La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde me ha arrojado la mar en su ola de salmuera. La tierra a la que vine no tiene primavera: tiene su noche larga que cual madre me esconde. El viento hace a mi casa su ronda de sollozos y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito. Y en la llanura blanca, de horizonte infinito, miro morir intensos ocasos dolorosos. ¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido si más lejos que ella sólo fueron los muertos? ¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto crecer entre sus brazos y los brazos queridos! Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto vienen de tierras donde no están los que no son míos; sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos. Y la interrogación que sube a mi garganta al mirarlos pasar, me desciende, vencida: hablan extrañas lenguas y no la conmovida lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta. Miro bajar la n

Madrigal á cibdá de Santiago

Chove en Santiago, meu doce amor. Camelia branca do ar brila entebrecida ó sol. Chove en Santiago na noite escura. Herbas de prata e de sono cobren a valeira lúa. Olla a choiva pola rúa, laio de pedra e cristal. Olla no vento esvaído, soma e cinza do teu mar. Soma e cinza do teu mar, Santiago, lonxe do sol; ágoa da mañán anterga trema no meu corazón. Federico García Lorca

Para cualquiera que vaya vestido de mármol

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El milagro que todos esperamos espera que el Partenón se derrumbe y la casa de los cumpleaños ya no sea una casa y los padres no estén envenenados de renombre. Las medallas y los archivos de abusos no pueden ayudarnos en nuestra peregrinación hacia la pasión, pero como látigos que ciertos perversos no utilizan jamás, compelen a nuestra carne a una confianza paralizada. Veo un huérfano, sin ley y sereno, en pie en una esquina del cielo, un cuerpo parecido a los cuerpos que han sido, pero sin la cicatriz de un nombre en su ojo. Criado cerca de los hornos, está quemado por dentro. La luz, el viento, el frío. la oscuridad -le utilizan como a una novia.   Leonard Cohen

Oda al aceite

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Cerca del rumoroso cereal, de las olas del viento en las avenas, el olivo de volumen plateado, severo en su linaje, en su torcido corazón terrestre; las gráciles olivas pulidas por los dedos que hicieron la paloma y el caracol marino: verdes, innumerables, purísimos pezones de la naturaleza, y allí en los secos olivares donde tan sólo cielo azul con cigarras, y tierra dura existen, allí el prodigio, la cápsula perfecta de la oliva llenando con sus constelaciones el follaje: más tarde las vasijas, el milagro, el aceite. Yo amo las patrias del aceite, los olivares de Chacabuco, en Chile, en las mañanas las plumas de platino forestales contra las arrugadas cordilleras en Anacapri, arriba, sobre la luz tirrena, la desesperación de los olivos, en el mapa de Europa, España, cesta negra de aceitunas espolvoreada por los azahares como una ráfaga marina. Aceite, recóndita y suprema condición de la olla, pedestal de perdices,

En el salón

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Autora: Marga Grima Quintana En tu melena, de la noche habita, Temblaba una opulenta margarita Como un astro fragante entre la sombra; De pronto, con tristeza, Doblaste la cabeza Y rodó la la alta flor sobre la alfombra. Sin verla, diste un paso Y la flor destrozaste blandamente Con tu escarpín de refulgente raso. Yo, que aquello miraba, de repente Con angustia infinita, Al ver que la tortura deliciosa Se alargaba de aquella flor hermosa, Con voz que estrangulaba mi garganta Dije a la flor ya exánime y marchita: ¡Quién fuera tú... dichosa margarita, Para morir así... bajo su planta!  Julio Flores