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Mostrando entradas de septiembre, 2008

En el balcón

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Juntas las dos veían huir las golondrinas: De pelo de azabache y pálida la una, la otra rubia y rosa, y sus ligeras batas de vieja blonda serpenteaban vagas, nubes en torno de ellas. Y así, juntas las dos, lánguidas como asfódelos, mientras subía al cielo redonda y blanda luna, saboreaban a grandes rasgos la emoción honda de la tarde y la alegre tristeza de ser fieles. Parecían, sus brazos aprisionando, húmedos, sus cinturas ligeras, una pareja extraña que se apiada de las otras parejas, soñando en el balcón así las jóvenes. Detrás de ellas, al fondo del retiro opulento y sombrío, enfática cual trono de melodrama, llena de olor, la cama abierta, deshecha entre las sombras. Paul Verlaine

Resumen en otoño

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En la bóveda de la tarde cada pájaro es un punto del recuerdo. Asombra a veces que el fervor del tiempo vuelva, sin cuerpo vuelva, ya sin motivo vuelva; que la belleza, tan breve en su violento amor nos guarde un eco en el descenso de la noche. Y así, qué más que estarse con los brazos caídos, el corazón amontonado y ese sabor de polvo que fue rosa o camino- El vuelo excede el ala. Sin humildad, saber que esto que resta fue ganado a la sombra por obra de silencio; que la rama en la mano, que la lágrima oscura son heredad, el hombre con su historia, la lámpara que alumbra. Julio Cortázar

¿Por qué tienes nombre tú, día, miércoles?

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¿Por qué tienes nombre tú, día, miércoles? ¿Por qué tienes nombre tú, tiempo, otoño? Alegría, pena, siempre ¿por qué tenéis nombre, amor? Si tú no tuvieras nombre yo no sabría qué era, ni cómo, ni cuando. Nada ¿Sabe el mar como se llama, que es el mar? ¿Saben los vientos sus apellidos, del Sur y del Norte, por encima del puro soplo que son? Si tú no tuvieras nombre, todo sería primero, inicial, todo inventado por mí, intacto hasta el beso mío. Gozo, amor: delicia lenta de gozar, de amar, sin nombre . Nombre: ¡qué puñal clavado en medio de un pecho cándido que sería nuestro siempre si no fuese por su nombre! Pedro Salinas

Otoño

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TE recuerdo como eras en el último otoño. Eras la boina gris y el corazón en calma. En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo. Y las hojas caían en el agua de tu alma. Apegada a mis brazos como una enredadera, las hojas recogían tu voz lenta y en calma. Hoguera de estupor en que mi sed ardía. Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma. Siento viajar tus ojos y es distante el otoño: boina gris, voz de pájaro y corazón de casa hacia donde emigraban mis profundos anhelos y caían mis besos alegres como brasas. Cielo desde un navío. Campo desde los cerros. Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma! Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos. Hojas secas de otoño giraban en tu alma. Pablo Neruda

Amami, Alfredo

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Lo vedi? ti sorrido Sarò là, tra quei fior presso a te sempre. Amami, Alfredo, quant'io t'amo Addio.

La espera y la esperanza

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Ramón Casas No es la esperanza, no. Sólo es la espera lo que fijo me tiene a tu querencia. tu palpable regreso a mí, evidencia una ignorada ansia pasajera. Si mucho es esperarte, aún más fuera esperanzarte. Ciega mi impotencia, no sabe de accidentes ni de esencia. De ahí, el querer, quizás lo que no quiera. Para esperarte tengo el sentimiento. Esperanzado, nada tengo. Un viento, acaso, que me enlaza a lo lejano. La esperanza es un premio gratuito a la espera; un don casi infinito por un merecimiento casi humano. Rafael Guillén

El Secreto

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¿No habéis sentido nunca, no en sueños, bien despiertos, que el mundo se detiene, que se escucha tan sólo, agónica, distante, una respiración; que hay una lluvia inmóvil y rayadas imágenes, que el rostro de los niños de pronto amarillea; que la mujer que amas, que el amigo que escuchas, son de papel pintado, garabatos antiguos; que las flores no huelen, sabe a ceniza el pan y las palabras quedan escritas en el aire con una tinta clara que al instante se borra? Sólo un instante, sólo algo visto y no visto: el tiovivo del mundo pronto gira de nuevo. Y tú lo miras todo con asombro y desgana. Y sonríes, y olvidas que estás en el secreto. José Luis García Martin

Canto del destino de Hiperión

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Vagáis arriba en la luz, en blando suelo, ¡genios felices! brisas de Dios, radiantes, suaves os rozan como los dedos de la artista las cuerdas santas. Sin sino, como infantes que duermen, respiran los dioses; resplandecen en casto capullo guardados sus espíritus eternamente. Y en sus ojos beatos brilla tranquilo fulgor perpetuo. Más no nos es dado en sitio alguno posar. Vacilan y caen los hombres sufrientes, ciegos, de una hora en la otra, como aguas de roca en roca lanzados, eternamente, hacia lo incierto. Friedrich Hölderlin