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Mostrando entradas de diciembre, 2008

Feliz Navidad

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para todos los amigos de esta Isla EL CAMELLO (Auto de los Reyes Magos) El camello se pinchó con un cardo del camino y el mecánico Melchor le dio vino. Baltasar fue a repostar más allá del quinto pino... e intranquilo el gran Melchor consultaba su 'Longinos'. - ¡No llegamos, no llegamos y el Santo Parto ha venido! -son las doce y tres minutos y tres Reyes se han perdido-. El camello cojeando más medio muerto que vivo va espeluchando su felpa entre los troncos de olivos. Acercándose a Gaspar Melchor le dijo al oído: - Vaya birria de camello que en Oriente te han vendido. A la entrada de Belén al camello le dio hipo. ¡Ay qué tristeza tan grande en su belfo y en su tipo! Se iba cayendo la mirra a lo largo del camino, Baltasar lleva los cofres, Melchor empuja al bicho. Y a las tantas ya del alba -ya cantaban pajarillos- los tres Reyes se quedaron boquiabiertos e indecisos, oyendo hablar como a un Hombre a un Niño recién nacido.

El Bar de siempre

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Ocurre pocas veces, apenas en la noche del eco tormentoso o en el amanecer de luz dañada como en la oscuridad y más nocturna. El humo de mis huellas se apodera del tiempo, de mi tiempo envuelve las arañas melancólicas de los ojos cansados, sube por las paredes de un sueño mal vivido, y se llena de voces, de sillas descoladas y melodías sucias igual que ceniceros, igual que un pasadizo a medio consumir, hasta que mi conciencia consigue recordarme un invierno de nubes primitivas, como si fuera el bar de siempre. Por detrás de la barra, los camareros juegan a las sombras. De todos los lugares del pasado la memoria prefiere, en ese amanecer o en esa noche, el rincón donde viven los antiguos, inútiles futuros, y me levanto de la mesa de los buenos amigos para abrazarme a lo que ya no existe, para darle la mano a los remordimientos, para cruzar por las conversaciones donde se habla de mí, de la parte más negra del infierno que soy, de las mentiras de mi n

La rosa

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Cómo la rosa: nunca te empañe un pensamiento. No es para ti la vida que te nace dentro. Hermosura que tenga su ayer en su momento. Que en sólo tu apariencia se guarde tu secreto. Pasados no te brinden su inquietante misterio. Recuerdos no te nublen el cristal de tus sueños. Cómo puede ser bella flor que tiene recuerdos. José Hierro

La concha

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Tersa, pulida, rosada ¡cómo la acariciarían, sí, mejilla de doncella! Entreabierta, curva, cóncava, su albergue, encaracolada, mi mirada se hace dentro. Azul, rosa, malva, verde, tan sin luz, tan irisada, tardes, cielos, nubes, soles, crepúsculos me eterniza. En el óvalo de esmalte rectas sutiles, primores de geometría en gracia, la solución le dibujan, sin error, a aquel problema propuesto en lo más hondo del mar. Pero su hermosura, inútil, nunca servirá. La cogen, la miran, la tiran ya. Desnuda, sola, bellísima la venera, eco de mito, de carne virgen, de diosa, su perfección sin amante en la arena perpetúa. Pedro Salinas

Las rosas

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Si tu frescura a veces nos sorprende tanto, dichosa Rosa es que en ti misma, por dentro, pétalo contra pétalo, descansas. Conjunto bien despierto cuyo centro duerme, mientras se tocan, innumerables, las ternuras de ese corazón silencioso que suben hasta le extrema boca. Rainer María Rilke