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Mostrando las entradas etiquetadas como Pedro Salinas

La voz a ti debida (13)

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¡Qué gran víspera el mundo!  No había nada hecho.  Ni materia, ni números,  ni astros, ni siglos, nada.  El carbón no era negro  ni la rosa era tierna.  Nada era nada, aún.  ¡Qué inocencia creer que fue el pasado de otros  y en otro tiempo, ya  irrevocable, siempre!  No, el pasado era nuestro:  no tenía ni nombre.  Podíamos llamarlo  a nuestro gusto: estrella,  colibrí, teoroma,  en vez de así, "pasado";  quitarle su veneno.  Un gran viento soplaba  hacia nosotros minas, continentes, motores.  ¿Minas de qué? Vacías.  Estaban aguardando nuestro primer deseo,  para ser en seguida  de cobre, de amapolas.  Las ciudades, los puertos  flotaban sobre el mundo  sin sitio todavía: esperaban que tú  les dijeses: "Aquí",  para lanzar los barcos,  las máquinas, las fiestas.  Máquinas impacientes  de sin destino, ...

¿Fue como beso o llanto?

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¿Fue como beso o llanto? ¿Nos hallamos con las manos, buscándonos a tientas, con los gritos, clamando; con las bocas que el vacío besaban? ¿Fue un choque de materia y materia, combate de pecho contra pecho, que a fuerza de contactos se convirtió en victoria gozosa de los dos, en prodigioso pacto de tu ser con mi ser enteros? ¿O tan sencillo fue, tan sin esfuerzo, como una luz que se encuentra con otra luz, y queda iluminado el mundo, sin que nada se toque? Ninguno lo sabemos. Ni el dónde. Aquí, en las manos, como las cicatrices, allí, dentro del alma, como un alma del alma, pervive el prodigioso saber que nos hallamos, y que su dónde está para siempre cerrado. Ha sido tan hermoso que no sufre memoria, como sufren las fechas, los nombres o las líneas. Nada en ese milagro podría ser recuerdo: porque el recuerdo es la pena de sí mismo, el dolor del tamaño, del tiempo, y todo fue eternidad: relámpago. Si qui...

Tú no las puedes ver

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Tú no las puedes ver; yo, sí. Claras, redondas, tibias. Despacio se van a su destino; despacio, por marcharse más tarde de tu carne. Se van a nada; son eso no más, su curso. y una huella, a lo largo, que se borra en seguida. ¿Astros? Tú no las puedes besar. Las beso yo por ti. Saben; tienen sabor a los zumos del mundo. ¡Qué gusto negro y denso a tierra, a sol, a mar! Se quedan un momento en el beso, indecisas entre tu carne fría y mis labios; por fin las arranco. Y no sé si es que eran para mí. Porque yo no sé nada. ¿Son estrellas, son signos, son condenas o auroras? Ni en mirar ni en besar aprendí lo que eran. Lo que quieren se queda allá atrás, todo incógnito. y su nombre también. (Si las llamara lágrimas, nadie me entendería.) Pedro Salinas

Horizontal, sí te quiero

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--> Horizontal, sí, te quiero. Mírale la cara al cielo, de la cara. Déjate ya de fingir un equilibrio donde lloramos tú y yo. Ríndete a la gran verdad final, a lo que has de ser conmigo, tendida ya, paralela, en la muerte o en el beso. Horizontal es la noche en el mar, gran masa trémula sobre la tierra acostada, vencida sobre la playa. El estar de pie, mentira: sólo correr o tenderse. Y lo que tú y yo queremos y el día - ya tan cansado de estar con su luz, derecho - es que nos llegue, viviendo y con temblor de morir, en lo más alto del beso, ese quedarse rendidos por el amor más ingrávido, al peso de ser de tierra, materia, carne de vida. En la noche y la trasnoche, y el amor y el transamor, ya cambiados en horizontes finales, tú y yo, de nosotros mismos. Pedro Salinas

La concha

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Tersa, pulida, rosada ¡cómo la acariciarían, sí, mejilla de doncella! Entreabierta, curva, cóncava, su albergue, encaracolada, mi mirada se hace dentro. Azul, rosa, malva, verde, tan sin luz, tan irisada, tardes, cielos, nubes, soles, crepúsculos me eterniza. En el óvalo de esmalte rectas sutiles, primores de geometría en gracia, la solución le dibujan, sin error, a aquel problema propuesto en lo más hondo del mar. Pero su hermosura, inútil, nunca servirá. La cogen, la miran, la tiran ya. Desnuda, sola, bellísima la venera, eco de mito, de carne virgen, de diosa, su perfección sin amante en la arena perpetúa. Pedro Salinas

¿Por qué tienes nombre tú, día, miércoles?

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¿Por qué tienes nombre tú, día, miércoles? ¿Por qué tienes nombre tú, tiempo, otoño? Alegría, pena, siempre ¿por qué tenéis nombre, amor? Si tú no tuvieras nombre yo no sabría qué era, ni cómo, ni cuando. Nada ¿Sabe el mar como se llama, que es el mar? ¿Saben los vientos sus apellidos, del Sur y del Norte, por encima del puro soplo que son? Si tú no tuvieras nombre, todo sería primero, inicial, todo inventado por mí, intacto hasta el beso mío. Gozo, amor: delicia lenta de gozar, de amar, sin nombre . Nombre: ¡qué puñal clavado en medio de un pecho cándido que sería nuestro siempre si no fuese por su nombre! Pedro Salinas

Y súbita, de pronto

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Y súbita, de pronto, porque sí, la alegría. Sola, porque ella quiso, vino. Tan vertical, tan gracia inesperada, tan dádiva caída, que no puedo creer que sea para mí. Miro a mi alrededor, busco. ¿De quién sería? ¿Será de aquella isla escapada del mapa, que pasó por mi lado vestida de muchacha, con espumas al cuello, traje verde y un gran salpicar de aventuras? ¿No se le habrá caído a un tres, a un nueve, a un cinco de este agosto que empieza? ¿O es la que vi temblar detrás de la esperanza, al fondo de una voz que me decía: "No"? Pero no importa, ya. Conmigo está, me arrastra, Me arranca del dudar. Se sonríe, posible; toma forma de besos, de brazos, hacia mí; pone cara de mía. Me iré, me iré con ella a amarnos, a vivir temblando de futuro, a sentirla de prisa, segundos, siglos, siempres, nadas. Y la querré tanto, que cuando llegue alguien - y no se le verá, no se le han de sentir los pasos - a pedírmela (es su dueño, era...

Sí, por detrás de las gentes

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Foto: El Secretario Te busco. No en tu nombre, si lo dicen, no en tu imagen, si la pintan. Detrás, detrás, más allá. Por detrás de ti te busco. No en tu espejo, no en tu letra, ni en tu alma. Detrás, más allá. También detrás, más atrás de mí te busco. No eres lo que yo siento de ti. No eres lo que me está palpitando con sangre mía en las venas, sin ser yo. Detrás, más allá te busco. Por encontrarte, dejar de vivir en ti, en mí, y en los otros. Vivir ya detrás de todo, al otro lado de todo -por encontrarte- como si fuese morir. Pedro Salinas

La voz a ti debida

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Foto: Osselin Tú vives siempre en tus actos. Con la punta de tus dedos pulsas el mundo, le arrancas auroras, triunfos, colores, alegrías: es tu música. La vida es lo que tú tocas. De tus ojos, sólo de ellos, sale la luz que te guía los pasos. Andas por lo que ves. Nada más. Y si una duda te hace señas a diez mil kilómetros, lo dejas todo, te arrojas sobre proas, sobre alas, estás ya allí; con los besos, con los dientes la desgarras: ya no es duda. Tú nunca puedes dudar. Porque has vuelto los misterios del revés. Y tus enigmas, lo que nunca entenderás, son esas cosas tan claras: la arena donde te tiendes, la marcha de tu reloj y el tierno cuerpo rosado que te encuentras en tu espejo cada día al despertar, y es el tuyo. Los prodigios que están descifrados ya. Y nunca te equivocaste, más que una vez, una noche que te encaprichó una sombra -la única que te ha gustado-. Una sombra parecía. Y la quisiste abrazar. Y era yo. Pedro Salinas