La voz a ti debida (13)

¡Qué gran víspera el mundo! No había nada hecho. Ni materia, ni números, ni astros, ni siglos, nada. El carbón no era negro ni la rosa era tierna. Nada era nada, aún. ¡Qué inocencia creer que fue el pasado de otros y en otro tiempo, ya irrevocable, siempre! No, el pasado era nuestro: no tenía ni nombre. Podíamos llamarlo a nuestro gusto: estrella, colibrí, teoroma, en vez de así, "pasado"; quitarle su veneno. Un gran viento soplaba hacia nosotros minas, continentes, motores. ¿Minas de qué? Vacías. Estaban aguardando nuestro primer deseo, para ser en seguida de cobre, de amapolas. Las ciudades, los puertos flotaban sobre el mundo sin sitio todavía: esperaban que tú les dijeses: "Aquí", para lanzar los barcos, las máquinas, las fiestas. Máquinas impacientes de sin destino, ...