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Mostrando entradas de enero, 2013

Enero

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He habitado en un nombre. De repente  la ciudad que me hizo se deshace,  excluye de su tiempo mi experiencia.  Nunca las calles nuevas son caminos,  sólo imágenes rotas, fortalezas,  edificios que guardan en sus ojos  órdenes de silencio. ¿Dónde estoy?  ¿Son recuerdos heridos? ¿Y por dónde  corre el coche que acabo de comprarme? Luis García Montero   MISTERIO  Donde estaba yo durmiendo,  que se ha escapado la noche,  de mi ayer, en este coche,  y a mi ciudad no comprendo.  Así cantaba en Granada,  quitándose su sombrero,  Don Luis García Montero,  con la Alhambra por espada.  Dichoso aquel que en esencia  oculta melancolía,  vagando por la hidalguía, de su profunda sapiencia. Olegario

Tristeza de verano

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Gustav Klimt  Rectifico: es de Anne-Marie Zilbermann El sol, sobre la arena, luchadora durmiente,  Calienta un baño lánguido en tu pelo de oro  Y, consumiendo incienso sobre tu hostil mejilla,  Con las lágrimas mezcla un brebaje amoroso.  De ese blanco flameo esa inmutable calma  Te ha hecho, triste, decir -oh, mis besos miedosos-:  "¡Nunca seremos una sola momia  Bajo el desierto antiguo y felices palmeras!"  ¡Pero tu cabellera es un río tibio,  Donde ahogar sin temblores el alma obsesionante  Y encontrar esa Nada desconocida, tuya!  Yo probaré el afeite llorado por tus párpados,  Por ver si sabe dar al corazón que heriste  La insensibilidad del azur y las piedras. Stéphane Mallarmé

BARCELONA: EL MAR QUEDABA LEJOS

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Conocí mi ciudad me habitué a ella  paseando contigo. Me gustaba  la escalera mecánica del metro  y también recorrer  sus tiendas y almacenes.  Era un mundo de luz  lleno de escaparates y puestos de periódicos  horchaterías, taxis amarillos, avenidas que nunca terminaban,  gente con prisa y niños  mayores como yo.  El mar quedaba lejos entre pájaros.;  Un día  —aún recuerdo el aroma—  todo era fiesta y te compré una flor. José Agustín Goytisolo

La voz a ti debida (13)

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¡Qué gran víspera el mundo!  No había nada hecho.  Ni materia, ni números,  ni astros, ni siglos, nada.  El carbón no era negro  ni la rosa era tierna.  Nada era nada, aún.  ¡Qué inocencia creer que fue el pasado de otros  y en otro tiempo, ya  irrevocable, siempre!  No, el pasado era nuestro:  no tenía ni nombre.  Podíamos llamarlo  a nuestro gusto: estrella,  colibrí, teoroma,  en vez de así, "pasado";  quitarle su veneno.  Un gran viento soplaba  hacia nosotros minas, continentes, motores.  ¿Minas de qué? Vacías.  Estaban aguardando nuestro primer deseo,  para ser en seguida  de cobre, de amapolas.  Las ciudades, los puertos  flotaban sobre el mundo  sin sitio todavía: esperaban que tú  les dijeses: "Aquí",  para lanzar los barcos,  las máquinas, las fiestas.  Máquinas impacientes  de sin destino, aún;  porque harían la luz  si tú se lo mandabas,  o las noches de otoño  si las querías tú.  Los verbos, indecisos,  te mi

Noche de Reyes

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El diciembre es muy oscuro.  Pero las luces hacen muy bonitas las cosas.  La gente llena las calles.  Disfrazados parecen buenas personas.  Veo los ricos empobrecer.  Como malgastan su miseria  Convirtiéndola en ternura.  El diciembre es muy largo  Pero en enero siempre llama a la puerta  Veo unos niños por la calle  Que no saben que los reyes son los padres  Pero todo el mundo no tiene reyes  Hay quien espera que vengan los pajes  Para devolverles la vida.   Pido que se queden  No quiero regalos  Que me siento demasiado solo  Que no dormiré  Quiero estar despierto  Para ver si están bien. .  Estaré más tranquilo  Cuando la droga empiece a hacer efecto  No es la droga lo que quiero  Que lo que quiero no se puede tomar con receta  Que estoy harto de esperar  Esta vida me ha maltratado demasiado  Me han hecho grande tan deprisa.  Pido que se queden  No quiero regalos  Que me siento demasiado solo  Que no dormi

Las tardes de enero

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  Sierra de las nieves   Va cayendo la noche: La bruma ha bajado a los montes el cielo:  Una lluvia menuda y monótona  humedece los árboles secos.  El rumor de sus gotas penetra  hasta el fondo sagrado del pecho,  donde el alma, dulcísima, esconde su perfume de amor y recuerdos.  ¡Cómo cae la bruma en en alma!  ¡Qué tristeza de vagos misterios  en sus nieblas heladas esconden  esas tardes sin sol ni luceros!  En las tardes de rosas y brisas  los dolores se olvidan, riendo,  y las penas glaciales se ocultan  tras los ojos radiantes de fuego. Cuando el frío desciende a la tierra,  inundando las frentes de invierno, se reflejan las almas marchitas a través de los pálidos cuerpos.  Y hay un algo de pena insondable  en los ojos sin lumbre del cielo,  y las largas miradas se pierden  en la nada sin fe de los sueños.  La nostalgia, tristísima, arroja  en las almas su amargo silencio,  Y los niños se duermen soñando  con ladrones y lobos hambrientos.  Los ja