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Está lloviendo en Macondo...

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Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo (1955)           El invierno se precipitó un domingo a la salida de misa. La noche del sábado había sido sofocante. Pero aún en la mañana del domingo no se pensaba que pudiera llover. Después de misa, antes de que las mujeres tuviéramos tiempo de encontrar un broche de las sombrillas, sopló un viento espeso y oscuro que barrió en una amplia vuelta redonda el polvo y la dura yesca de mayo. Alguien dijo junto a mí: “Es viento de agua”. Y yo lo sabía desde antes. Desde cuando salimos al atrio y me sentí estremecida por la viscosa sensación en el vientre. Los hombres corrieron hacia las casas vecinas con una mano en el sombrero y un pañuelo en la otra, protegiéndose del viento y la polvareda. Entonces llovió. Y el cielo fue una sustancia gelatinosa y gris que aleteó a una cuarta de nuestras cabeza...

In memoriam

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Andando el tiempo se verán las caras... Andando el tiempo se verán las caras, esos que gritan por las esquinas viva la revolución. Degeneramos, compañeros. Preguntad al mozo de telégrafos si le gusta la historia de Rossy Brown. Rossy part ió bajo la luna, una noche de fiesta en casa de Míster Brown. Un caballero la envolvió en su capa y a sus sueños la llevó. Regresó luego, triste y perdida, y a los pies de la mamá sollozó: Yo no sabía qué me decía aquella noche, verbena de San Juan, cuando dije estoy cansada y tengo sueño, mañana ya os veré. Tengo una herida y un hijo muerto. Sólo su capa Jim me dejó. Era mi dueño, y aunque lo digan, Jim nunca fue salteador. Lo saben Rossy y la cocinera que en el ajo estuvo en la ocasión: Jim vuelve siempre. De madrugada su canción canta a las muchachas de negros ojos y dulce voz: Un amor tiene cualquiera pero Dulce Jim, no. Y es que el mozo de telégrafos está enamorado, y no sabe qué hacer para que la hija de la por...

Del árbol de los tiempos

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Del árbol de los tiempos nos hemos desprendido bajo todo un sistema de galaxias de años; y ahora estamos mirándonos y nos vemos extraños igual que dos océanos que se hubieran unido; hemos viajado tanto, es tan hondo el misterio de coincidir, y amarse, desde vías tan remotas; aún estamos buscándonos en el tiempo: dos motas de polvo de ciprés tanteando un cementerio; nos estamos mirando como dos aves pobres, lastimados de vuelo, lastimados de espacio, lastimados del tiempo que nos ha estado viendo; nos estamos mirando lo mismo que dos sobres cerrados el uno frente al otro que, despacio, se van abriendo, se van abriendo, se van abriendo. Félix Grande

A mi corazón el domingo

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Gracias te doy, corazón mío, por no quejarte, por ir y venir sin premios, sin halagos, por diligencia innata. Tienes setenta merecimientos por minuto. Cada una de tus sístoles es como empujar una barca hacia alta mar en un viaje alrededor del mundo. Gracias te doy, corazón mío, porque una y otra vez me extraes del todo, y sigo separada hasta en el sueño. Cuidas de que no me sueñe al vuelo, y hasta el extremo de un vuelo para el que no se necesitan alas. Gracias te doy, corazón mío, por haberme despertado de nuevo, y aunque es domingo, día de descanso, bajo mis costillas continúa el movimiento de un día laboral. Wislawa Szymborska