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Mostrando las entradas etiquetadas como Paul Verlaine

L'heure exquise

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La hora exquisita La luna blanca luce en los bosques; de cada rama parte una voz bajo el ramaje... Oh, bien amada. El estanque refleja, profundo espejo, la silueta del sauce negro donde el viento llora. ¡Soñemos, es la hora! Un vasto y tierno sosiego parece descender del firmamento que el astro irisa. Es la hora exquisita. Paul Verlaine

Canción De Otoño

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Los sollozos más hondos del violín del otoño son igual que una herida en el alma de congojas extrañas sin final. Tembloroso recuerdo esta huida del tiempo que se fue. Evocando el pasado y los días lejanos lloraré. Este viento se lleva el ayer de tiniebla que pasó, una mala borrasca que levanta hojarasca como yo. Paul Verlaine

Il pleure dans mon coeur

--> Il pleure dans mon coeur Comme il pleut sur la ville; Quelle est cette langueur Qui pénètre mon coeur ? Ô bruit doux de la pluie Par terre et sur les toits ! Pour un coeur qui s'ennuie, Ô le chant de la pluie ! Il pleure sans raison Dans ce coeur qui s'écoeure. Quoi ! nulle trahison ?... Ce deuil est sans raison. C'est bien la pire peine De ne savoir pourquoi Sans amour et sans haine Mon coeur a tant de peine ! --> --> Llora mi corazón Como la lluvia que cae sobre la ciudad. ¿Cuál es este abatimiento que penetra mi corazón? ¡Oh suave sonido de la lluvia sobre la tierra y los techos! Para un corazón que se acongoja ¡Oh el canto de la lluvia! Llanto sin razón en este corazón que se destroza. ¡Qué! ¿Ninguna traición? Este duelo es sin razón. La peor de las penas es la de no saber por qué, sin amor y sin odio, sufre tanto mi corazón. Paul Verlaine

Nevermore

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Recuerdo, recuerdo, ¿que quieres de mí? El otoño hacía volar el tordo a través del aire átono y el sol lanzaba un rayo monótono sobre el bosque amarillento donde restalla el cierzo. Estábamos a solas e íbamos soñando, de repente, volviendo hacia mí su mirada conmovedora: «¿Cual fue tu día más bello?», dijo su voz de vívido oro, su voz dulce y sonora, de lozano timbre angélico. Una sonrisa discreta le dio la réplica y besé su mano blanca devotamente. ¡Ah, qué perfumadas son las primeras flores y qué sonido, qué murmullo encantador el primer si que sale de los labios bien armados! Paul Verlaine

En el balcón

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Juntas las dos veían huir las golondrinas: De pelo de azabache y pálida la una, la otra rubia y rosa, y sus ligeras batas de vieja blonda serpenteaban vagas, nubes en torno de ellas. Y así, juntas las dos, lánguidas como asfódelos, mientras subía al cielo redonda y blanda luna, saboreaban a grandes rasgos la emoción honda de la tarde y la alegre tristeza de ser fieles. Parecían, sus brazos aprisionando, húmedos, sus cinturas ligeras, una pareja extraña que se apiada de las otras parejas, soñando en el balcón así las jóvenes. Detrás de ellas, al fondo del retiro opulento y sombrío, enfática cual trono de melodrama, llena de olor, la cama abierta, deshecha entre las sombras. Paul Verlaine

La hora del pastor

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La luna es roja en el horizonte de bruma; en la niebla que danza, la pradera se duerme humeante y callada, mientras la rana grita entre los verdes juncos que todos se estremecen. Las flores de las aguas cierran ya sus carolas; se perfilan los álamos sobre las lejanías, rectos, altos y juntos sus espectros inciertos; sobre los matorrales las luciérnagas brillan. Los mochuelos despiertan, y sin ruido reman el aire de la noche con sus pesadas alas, y se llena el cenit de sordos resplandores. Es la Noche; en lo azul emerge Venus, blanca. Paul Verlaine

En la gruta

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¡Muera yo aquí y a vuestros pies porque mi angustia es infinita y la pantera feroz de Hircania es junto a vos cual corderilla! ¡Sí, ved aquí, cruel Clemina, esta cuchilla que se ha hecho batiendo a Ciros y Scipiones, poner ya fin a mis tormentos! De ella tendré al fin que valerme. ¿No han traspasado ya mi pecho las finas flechas del amor desde que tus ojos le vieron? Paul Verlaine

Epílogo

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Paul Verlaine El sol, ya más suave, brilla claro en cielo ligero. Los rosales del jardín, mecidos por el viento de otoño, se balancean rítmicamente. La atmósfera ofrece besos fraternos. Ya abandonó la Naturaleza su trono de esplendor, de ironía y de serenidad; clemente se muestra y en vasto espacio dorado se dirige al hombre, su súbdito perverso y rebelde. Con el paño de su abrigo, estrellado por la inmensa bóveda, accede a enjugar el sudor de nuestras frentes; su alma eterna y su inmortal silueta dan calma y vigor a nuestros corazones lánguidos y ávidos. El fresco balancear de mil ramas envejecidas y el amplio horizonte con difusos cantos, todo, incluso alegres bandadas de pájaros y nubes, todo, así consuela y libera. Es hora de pensar. Ya se decidió. Cerrado está el libro. ¡Ay, ideas queridas, que mi cielo gris surcabais con alas de fuego en aleteo que rozaba mis apasionadas sienes! ¡Volad de nuevo hacia el azul Infinito! Sabedlo; tú, musica...

Puestas de sol

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Foto: Osselin Un pálido amanecer Por el campo esparce La melancolía De las puestas de sol. Melancolía Que en suaves cantos mece En soles ponientes A mi alma ya a todo ajena. Extraños ensueños, Como soles crepusculares En vastas playas, Fantasmas rojizos que Sin cesar desfilan, Siempre pasan y evocan Esos soles inmensos Del ocaso sobre la arena Paul Verlaine

Caballos de madera

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Dad vueltas y más vueltas, caballos de madera, dad ciento, dad mil vueltas, girad alrededor, dadlas aprisa, dadlas, y dadlas sin reposo al compás estruendoso con que suena el tambor. El robusto soldado, la criada rolliza lo mismo que en sus casas en vuestros lomos van, pues un día como hoy ellos se sienten amos el uno para el otro en el bosque de Cambre. Dad vueltas y más vueltas, caballos, para ellos en tanto que contempla, con el ojo avizor, el guiño picaresco del truhán solapado ¡Girad alrededor del pistón vencedor! ¡Es delicioso ver cómo os emborracháis en el círculo estúpido del que ya no salís! con el vientre repleto, vacía la cabeza, todo girando en torno en vértigo sin fin. Tornad, girad aprisa, caballos de madera, sin emplear espuelas ni acicates usar; tended vuestro galope en carrera concéntrica sin la espera del pienso que os haga galopar. Y daos prisa también, caballos de mi alma, ved que llega la noche en que se han de juntar cual palomo y p...

Paseo sentimental

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Foto: Osselin Dardaba el poniente sus rayos supremos y el viento mecía los blancos nenúfares, los grandes nenúfares entre los juncales que en las quietas aguas tristemente lucen. Solitario erraba, paseando mi herida junto del estanque, entre la enramada en donde la bruma vaga evocar suele un desesperante y grande fantasma, Que, triste, lloraba con la misma voz con que las saucedas entre sí se llaman entre la arboleda por donde yo iba llevando mi herida toda ensangrentada. Y el denso sudario de tanta tiniebla vino a ahogar los rayos de sus ondas pálidas, y están los nenúfares entre los juncales, los grandes nenúfares sobre quietas aguas. Paul Verlaine