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Mostrando entradas de septiembre, 2012

El otoño

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¡Salve, bosques que ciñen los verdores postreros! Amarillos follajes en la hierba esparcidos; ¡salve, breve hermosura! La natura enlutada se acomoda al dolor y me es grata a los ojos. Ando a pasos muy lentos el desierto camino y por última vez vuelvo a ver este sol palidísimo y bello cuya luz expirante ilumina a mis pies la tiniebla del bosque. Para mí hay más encanto en la luz del otoño cuando todo se muere a su vista empañada: el adiós de un amigo, la sonrisa postrera de unos labios a punto de sellarse por siempre. Ya dispuesto a dejar la ilusión de la vida, y llorando los sueños esfumados que tuve, vuelvo aún la cabeza y envidioso contemplo esos grandes tesoros de que nunca gocé. Tierra y sol, valles, bella, mansa naturaleza, os debía una lágrima con un pie en el sepulcro. ¡Todo el aire es perfume y la luz es tan pura! ¡Al que muere este sol le parece tan bello! Yo quisiera apurar hasta las mismas heces este cáliz que mezcla co

Ensueño

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Para fugarnos de la tierra un libro es el mejor bajel; y se viaja mejor en el poema que en el más brioso y rápido corcel Aun el más pobre puede hacerlo, nada por ello ha de pagar: el alma en el transporte de su sueño se nutre sólo de silencio y paz. Emily Dickinson

Setiembre

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Aquella noche de setiembre, fuiste tan buena para mí... hasta dolerme! Yo no sé lo demás; y para eso, no debiste ser buena, no debiste. Aquella noche sollozaste al verme hermético y tirano, enfermo y triste. Yo no sé lo demás... y para eso, yo no sé por qué fui triste... tan triste...! Solo esa noche de setiembre dulce, tuve a tus ojos de Magdala, toda la distancia de Dios... y te fui dulce! Y también fue una tarde de setiembre cuando sembré en tus brasas, desde un auto, los charcos de esta noche de diciembre. César Vallejo