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Mayo

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No sé qué fragancia a azahares hoy tiene el agua del mar. ¿Será este Mayo de oro, esta cimera solar, o este viento de palomas, que anda sin sentirse andar? Si él estuviera a mi lado, oh Dios, ¡qué felicidad! Juana de Ibarbourou

La higuera

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Porque es áspera y fea, porque todas sus ramas son grises yo le tengo piedad a la higuera. En mi quinta hay cien árboles bellos, ciruelos redondos, limoneros rectos y naranjos de brotes lustrosos. En las primaveras todos ellos se cubren de flores en torno a la higuera. Y la pobre parece tan triste con sus gajos torcidos, que nunca de apretados capullos se viste... Por eso, cada vez que yo paso a su lado digo, procurando hacer dulce y alegre mi acento: "Es la higuera el mas bello de los árboles todos del huerto". Si ella escucha, si comprende el idioma en que hablo, ¡Que dulzura tan honda hará nido en su alma sensible de árbol! Y tal vez, a la noche, cuando el viento abanique su copa, embriagada de gozo le cuente: "Hoy a mí me dijeron hermosa". Juana de Ibarbourou Muchísimas gracias, Chelo. A MI HIGUERA Esta vieja y retorcida higuera, encaramada al dintel de mi ventana, con aspecto de antaño vivir sana hoy se encuentra de ...

Olor frutal

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Con membrillos maduros Perfumo los armarios. Tiene toda mi ropa Un aroma frutal que da a mi cuerpo Un constante sabor a primavera. Cuando de los estantes Pulidos y profundos Saco un brazado blanco De ropa íntima, Por el cuarto se esparce Un ambiente de huerto. ¡Parece que tuviera en mis armarios Preso el verano! Ese perfume es mío. Besarás mil mujeres Jóvenes y amorosas, mas ninguna Te dará esa impresión de amor agreste Que yo te doy. Por eso, en mis armarios Guardo frutas maduras, Y entre los pliegues de la ropa íntima Escondo, con manojos secos de vetiver. Membrillos redondos y pintones. Mi piel está impregnada De esta fragancia viva; Besarás mil mujeres, mas ninguna Te dará esta impresión de arroyo y selva Que yo te doy. Juana de Ibarbourou

Como una sola flor desesperada

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Lo quiero con la sangre, con el hueso, con el ojo que mira y el aliento, con la frente que inclina el pensamiento, con este corazón caliente y preso, y con el sueño fatalmente obseso de este amor que me copa el sentimiento, desde la breve risa hasta el lamento, desde la herida bruja hasta su beso. Mi vida es de tu vida tributaria, ya te parezca tumulto, o solitaria, como una sola flor desesperada. Depende de él como del leño duro la orquídea, o cual la hiedra sobre el muro, que solo en él respira levantada. Juana de Ibarbourou