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Mostrando las entradas etiquetadas como Juan Ramón Jiménez

Abril

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Se vistió la nieve de vagos carmines. ¿Me quieres?- me dijo ¡Te quiero!- le dije. Me besó en la boca con un beso inmenso. Abril vino al mundo y yo quedé muerto. Juan Ramón Jiméne z

Las tardes de enero

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  Sierra de las nieves   Va cayendo la noche: La bruma ha bajado a los montes el cielo:  Una lluvia menuda y monótona  humedece los árboles secos.  El rumor de sus gotas penetra  hasta el fondo sagrado del pecho,  donde el alma, dulcísima, esconde su perfume de amor y recuerdos.  ¡Cómo cae la bruma en en alma!  ¡Qué tristeza de vagos misterios  en sus nieblas heladas esconden  esas tardes sin sol ni luceros!  En las tardes de rosas y brisas  los dolores se olvidan, riendo,  y las penas glaciales se ocultan  tras los ojos radiantes de fuego. Cuando el frío desciende a la tierra,  inundando las frentes de invierno, se reflejan las almas marchitas a través de los pálidos cuerpos.  Y hay un algo de pena insondable  en los ojos sin lumbre del cielo,  y las largas miradas se pierden  en la nada sin fe de los sueños.  La nostalgia, tristísima, arroja  e...

Octubre

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Estaba echado yo en la tierra, enfrente  el infinito campo de Castilla,  que el otoño envolvía en la amarilla  dulzura de su claro sol poniente.  Lento, el arado, paralelamente  abría el haza oscura, y la sencilla  mano abierta dejaba la semilla  en su entraña partida honradamente.    Pensé en arrancarme el corazón y echarlo,  pleno de su sentir alto y profundo,  el ancho surco del terruño tierno,  a ver si con partirlo y con sembrarlo,  la primavera le mostraba al mundo  el árbol puro del amor eterno. Juan Ramón Jiménez

Otoño

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Fotografía Paco Amor Gracias amigo. Esparce octubre, al blando movimiento del sur, las hojas áureas y las rojas, y, en la caída clara de sus hojas, se lleva al infinito el pensamiento. Qué noble paz en este alejamiento de todo; oh prado bello que deshojas tus flores; oh agua fría ya, que mojas con tu cristal estremecido el viento! ¡Encantamiento de oro! Cárcel pura, en que el cuerpo, hecho alma, se enternece, echado en el verdor de una colina! En una decadencia de hermosura, la vida se desnuda, y resplandece la excelsitud de su verdad divina. Juan Ramón Jiménez

He llegado a una tierra de llegada.

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¡Qué luz entre ojos, labios, manos; qué primavera de latir; qué tú entre ellos, en nosotros, tú; qué luz, qué perspectivas de pecho y frente (joven, mayor, niño), qué cantar, qué decir, qué abrazar, qué besar; qué elevación de ti en nosotros hasta llegar a ti!, a este tú que pones sobre ti para que todos lleguen por la escala de carne y alma a esta conciencia desvelada que es el astro que acumula y completa, en unificación, todos los astros en el todo eterno. El todo eterno que es el todo interno. Juan Ramón Jiménez

Novia del Campo, Amapola

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Novia del campo, amapola que estás abierta en el trigo; amapolita, amapola ¿te quieres casar conmigo? Te daré toda mi alma, tendrás agua y tendrás pan. Te daré toda mi alma, toda mi alma de galán. Tendrás una casa pobre, yo te querré como un niño, tendrás una casa pobre llena de sol y cariño. Yo te labraré tu campo, tú irás por agua a la fuente, yo te regaré tu campo con el sudor de mi frente. Amapola del camino, roja como un corazón, yo te haré cantar, y al son de la rueda del molino. Yo te haré cantar, y al son de la rueda dolorida, te abriré mi corazón, amapola de mi vida. Novia del campo, amapola, que estás abierta en el trigo: amapolita, amapola, ¿te quieres casar conmigo? Juan Ramón Jiménez

Tierra y mar

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El horizonte es tu cuerpo, el horizonte es mi alma. Llego a tu fin: más arena. Llegas a mi fin: más agua. Juan Ramón Jiménez

El Otoñado

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Estoy completo de naturaleza, en plena tarde de áurea madurez, alto viento en lo verde traspasado. Rico fruto recóndito, contengo lo grande elemental en mí (la tierra, el fuego, el agua, el aire), el infinito. Chorreo luz: doro el lugar oscuro, trasmito olor: la sombra huele a dios, emano son: lo amplio es honda música, filtro sabor: la mole bebe mi alma, deleito el tacto de la soledad. Soy tesoro supremo, desasido, con densa redondez de limpio iris, del seno de la acción. Y lo soy todo. Lo todo que es el colmo de la nada, el todo que se basta y que es servido de lo que todavía es ambición. Juan Ramón Jiménez

El poeta a caballo

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¡Qué tranquilidad violeta por el sendero a la tarde! A caballo va el poeta... ¡Qué tranquilidad violeta! La dulce brisa del río, olorosa a junco y agua, le refresca el señorío... La brisa leve del río. A caballo va el poeta... ¡Qué tranquilidad violeta! Y el corazón se le pierde, doliente y embalsamado, en la madreselva verde... Y el corazón se le pierde. A caballo va el poeta... ¡Qué tranquilidad violeta! Se está la orilla dorando. El último pensamiento del sol la deja soñando... Se está la orilla dorando. ¡Qué tranquilidad violeta por el sendero, a la tarde! A caballo va el poeta... ¡Qué tranquilidad violeta! Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez

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Un poeta en el recuerdo… Por el mar vendrán las flores del alba (olas, olas llenas de azucenas blancas), el gallo alzará su clarín de plata. (¡Hoy! te diré yo tocándote el alma) ¡Oh, bajo los pinos, tu desnudez malva, tus pies en la tierna hierba con escarcha, tus cabellos verdes de estrellas mojadas! (...Y tú me dirás huyendo: Mañana) Levantará el gallo su clarín de llama, y la aurora plena, cantando entre granas, prenderá sus fuegos en las ramas blandas. (¡Hoy! te diré yo tocándote el alma) ¡Oh, en el sol nacido, tus sienes doradas, los ojos inmensos de tu cara maga, evitando azules mis negras miradas! (...Y tú me dirás huyendo: Mañana) No recordar nada... Que me hunda la noche callada, como una bandada blanda y acabada. (Que no quede nada... Que pase la mujer amada por una dejada estancia soñada) No desear nada... Perderse en la idea sagrada, como una dorada sombra en la alborada. Andando, andando. Que quiero ...

primavera

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Abril, sin tu asistencia clara, fuera invierno de caídos esplendores; mas aunque abril no te abra a ti sus flores, tú siempre exaltarás la primavera. Eres la primavera verdadera; rosa de los caminos interiores, brisa de los secretos corredores, lumbre de la recóndita ladera. ¡Qué paz, cuando en la tarde misteriosa, abrazados los dos, sea tu risa el surtidor de nuestra sola fuente! Mi corazón recogerá tu rosa, sobre mis ojos se echará tu brisa, tu luz se dormirá sobre mi frente... Juan Ramón Jiménez

Sigo a la mar

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AHOGADA ¡Su desnudez y el mar! Ya están, plenos, lo igual con lo igual. La esperaba, desde siglos el agua, para poner su cuerpo solo en su trono inmenso. Y ha sido aquí en Iberia. La suave playa céltica se la dio, cual jugando, a la ola del verano. (Así va la sonrisa ¡amor! a la alegría) ¡Sabedlo, marineros: de nuevo es reina Venus! Juan Ramón Jiménez Gracias Juanjo Cada vez que me encuentro a la jauría de prosélitos de causas y aprendices de Mesías, perdedor en la batalla, como barco a la deriva, sigo a la mar. Cada vez que me enfrento a las heridas que levantan las estatuas de un pasado de reliquias, perdedor en la batalla, como barco a la deriva, sigo a la mar. La mar que siempre espera fiel origen del latido, compañera la mar, hembra primera, generos sementera de la vida. Cada vez que me oponen las delicias de futuros sin fantasmas como rosas sin espinas, perdedor en la batalla, como barco a la deriva, si...

El otoñado

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Estoy completo de naturaleza, en plena tarde de áurea madurez, alto viento en lo verde traspasado. Rico fruto recóndito, contengo lo grande elemental en mí (la tierra, el fuego, el agua, el aire), el infinito. Chorreo luz: doro el lugar oscuro, trasmito olor: la sombra huele a dios, emano son: lo amplio es honda música, filtro sabor: la mole bebe mi alma, deleito el tacto de la soledad. Soy tesoro supremo, desasido, con densa redondez de limpio iris, del seno de la acción. Y lo soy todo. Lo todo que es el colmo de la nada, el todo que se basta y que es servido de lo que todavía es ambición. Juan Ramón Jiménez
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IBA TOCANDO MI FLAUTA Iba tocando mi flauta a lo largo de la orilla; y la orilla era un reguero de amarillas margaritas. El campo cristaleaba tras el temblor de la brisa; para escucharme mejor el agua se detenía. Notas van y notas vienen, la tarde fragante y lírica iba, a compás de mi música, dorando sus fantasías, y a mi alrededor volaba, en el agua y en la brisa, un enjambre doble de mariposas amarillas. La ladera era de miel, de oro encendido la viña, de oro vago el raso leve del jaral de flores níveas; allá donde el claro arroyo da en el río, se entreabría un ocaso de esplendores sobre el agua vespertina... Mi flauta con sol lloraba a lo largo de la orilla; atrás quedaba un reguero de amarillas margaritas... Juan Ramón Jiménez