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Mostrando las entradas etiquetadas como Luis García Montero

Canción 19 horas

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¿Quién habla del amor? Yo tengo frío y quiero ser diciembre. Quiero llegar a un bosque apenas sensitivo, hasta la maquinaria del corazón sin saldo. Yo quiero ser diciembre. Dormir en la noche sin vida, en la vida sin sueños, en los tranquilizados sueños que desembocan al río del olvido. Hay ciudades que son fotografías nocturnas de ciudades. Yo quiero ser diciembre. Para vivir al norte de un amor sucedido, bajo el beso sin labios de hace ya mucho tiempo, yo quiero ser diciembre. Como el cadáver blanco de los ríos, como los minerales del invierno, yo quiero ser diciembre.  Luis García Montero

Por Septiembre

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Por septiembre  se te llenan de sótanos los labios  y es relativo el cielo  después de haberte visto preguntarle a la vida.  Pero también el cielo, arrugado y preciso  como tu cazadora adolescente, quiere estar entreabierto,  brillar recién amado,  descansando en la hierba  el peso de su larga cabellera de nubes.  Por septiembre  se te llenan de humo los síes en la boca Luis García Montero

Ese perdido reino

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Ese perdido reino donde cualquier política tiene forma de beso, de cicatriz privada detrás de los abrazos, nos está dominando con sus sueños, de distancia a distancia. Quiero que te levantes con la misma impaciencia que los árboles, creciendo hasta lo exacto para rozar mis labios, para buscar en ellos la humedad sin la lluvia. Sé que descubriremos siluetas desnudas por la casa, recuerdos visitantes, fantasmas de una noche sin verano, que andarán en nosotros y pedirán su cuenta, porque la oscuridad, como un espejo, nos devuelve la imagen que le damos. Pero conozco todas las preguntas que no sé contestarte, el cuerpo en donde viven las interrogaciones, tu sueño en los pañuelos, como de haber llorado. Luis García Montero

Enero

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He habitado en un nombre. De repente  la ciudad que me hizo se deshace,  excluye de su tiempo mi experiencia.  Nunca las calles nuevas son caminos,  sólo imágenes rotas, fortalezas,  edificios que guardan en sus ojos  órdenes de silencio. ¿Dónde estoy?  ¿Son recuerdos heridos? ¿Y por dónde  corre el coche que acabo de comprarme? Luis García Montero   MISTERIO  Donde estaba yo durmiendo,  que se ha escapado la noche,  de mi ayer, en este coche,  y a mi ciudad no comprendo.  Así cantaba en Granada,  quitándose su sombrero,  Don Luis García Montero,  con la Alhambra por espada.  Dichoso aquel que en esencia  oculta melancolía,  vagando por la hidalguía, de su profunda sapiencia. Olegario

Por septiembre ...

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Por septiembre se te llenan de sótanos los labios y es relativo el cielo después de haberte visto preguntarle a la vida. Pero también el cielo, arrugado y preciso como tu cazadora adolescente, quiere estar entreabierto, brillar recién amado, descansando en la hierba el peso de su larga cabellera de nubes. Por septiembre se te llenan de humo los síes en la boca. Luis García Montero

En cada lealtad hay un rumor de transparencia

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Yo he querido un respeto de cristal. Que la lluvia viniese sobre mí con sus alas de tarde, que la noche difícil se moviera como un vaso de agua en nuestra mano, que las enamoradas buscasen un espejo donde sentir los labios, y que la historia con su tacón injusto no pisara mi vida, porque la lluvia y yo y las enamoradas y el espejo no somos partidarios de los cristales rotos. Luis García Montero

A veces una piel es la única razón del optimismo

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Debería llover y hace falta ser lluvia, caer en los tejados y en las calles, caer hasta que el aire ponga ojos de cocodrilo mientras muerde la tierra igual que una manzana, caer sobre la tinta del periódico y caer sobre ti que no llevas paraguas, que te llamas María y Almudena, que piensas como abril en hojas limpias bajo el sol de mayo. A veces una piel pudiera ser la única razón del optimismo. Luis García Montero

Recuerdo de una tarde

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Aquel temblor del muslo y el diminuto encaje rozado por la yema de los dedos, son el mejor recuerdo de unos días conocidos sin prisa, sin hacerse notar, igual que amigos tímidos. Fue la tarde anterior a la tormenta, con truenos en el cielo. Tú apareciste en el jardín, secreta, vestida de otro tiempo, con una extravagante manera de quererme, jugando a ser el viento de un armario, la luz en seda negra y medias de cristal, tan abrazadas a tus muslos con fuerza, con esa oscura fuerza que tuvieron sus dueños en la vida. Bajo el color confuso de las flores salvajes, inesperadamente me ofrecías tu memoria de labios entreabiertos, unas ropas difíciles, y el rayo apenas vislumbrado de la carne, como fuego lunático, como llama de almendro donde puse la mano sin dudarlo. Por el jardín, el ruido de los últimos pájaros, de las primeras gotas en los árboles. Aquel temblor del muslo y el diminuto encaje, de vello traspasado, su resist...

Las razones del Viajero

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Está solo. Para seguir camino se muestra despegado de las cosas. No lleva provisiones. Cuando pasan los días y al final de la tarde piensa en lo sucedido, tan sólo le conmueve ese acierto imprevisto del que pudo vivir la propia vida en el seguro azar de su conciencia, así, naturalmente, sin deudas ni banderas. Una vez dijo amor. Se poblaron sus labios de ceniza. Dijo también mañana con los ojos negados al presente y sólo tuvo sombras que apretar en la mano, fantasmas como saldo, un camino de nubes. Soledad, libertad, dos palabras que suelen apoyarse en los hombros heridos del viajero. De todo se hace cargo, de nada se convence. Sus huellas tienen hoy la quemadura de los sueños vacíos. No quiere renunciar. Para seguir camino acepta que la vida se refugie en una habitación que no es la suya. La luz se queda siempre detrás de una ventana. Al otro lado de la puerta suele escuchar los pasos de la noche. Sabe que le resulta...

La Inmortalidad

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Nunca he tenido dioses y tampoco sentí la despiadada voluntad de los héroes. Durante mucho tiempo estuvo libre la silla de mi juez y no esperé juicio en el que rendir cuentas de mis días. Decidido a vivir, busqué la sombra capaz de recogerme en los veranos y la hoguera dispuesta a llevarse el invierno por delante. Pasé noches de guardia y de silencio, no tuve prisa, dejé cruzar la rueda de los años. Estaba convencido de que existir no tiene trascendencia, porque la luz es siempre fugitiva sobre la oscuridad, un resplandor en medio del vacío. Y de pronto en el bosque se encendieron los árboles de las miradas insistentes, el mar tuvo labios de arena igual que las palabras dichas en un rincón, el viento abrió sus manos y los hoteles sus habitaciones. Parecía la tierra más desnuda, porque la noche fue, como el vacío, un resplandor oscuro en medio de la luz. Entonces comprendí que la inmortalidad puede cobrarse por adelantado. Una inmortalidad que no r...

Abriré las ciudades

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ABRIRÉ las ciudades por si hay una silla vacía en los ojos cerrados del futuro. Abriré las palabras por si llego a una luz y a una mesa en los ojos insomnes del pasado. Y abriré la piel de un ruido, la bóveda de un eco, el tejado con hierbas de mi casa. Quiero estar en nosotros, quiero volver al río y a los álamos, descubrir lo que queda, lo que falta. Aire Para los aires de mi sombra, humor de tinta azul en los abismos, campanas de cristal sobre la incertidumbre. Con el filo de una antigua quimera, abriré las ciudades, las palabras. Luis García Montero

El Bar de siempre

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Ocurre pocas veces, apenas en la noche del eco tormentoso o en el amanecer de luz dañada como en la oscuridad y más nocturna. El humo de mis huellas se apodera del tiempo, de mi tiempo envuelve las arañas melancólicas de los ojos cansados, sube por las paredes de un sueño mal vivido, y se llena de voces, de sillas descoladas y melodías sucias igual que ceniceros, igual que un pasadizo a medio consumir, hasta que mi conciencia consigue recordarme un invierno de nubes primitivas, como si fuera el bar de siempre. Por detrás de la barra, los camareros juegan a las sombras. De todos los lugares del pasado la memoria prefiere, en ese amanecer o en esa noche, el rincón donde viven los antiguos, inútiles futuros, y me levanto de la mesa de los buenos amigos para abrazarme a lo que ya no existe, para darle la mano a los remordimientos, para cruzar por las conversaciones donde se habla de mí, de la parte más negra del infierno que soy, de las mentiras de mi n...

Paseos marítimos

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Será porque el amor tenía entonces el color de las lámparas de gas y yo tan pocos años que miraba caer en las hamacas una lenta experiencia de cansado septiembre Era en las tardes últimas. Sentados sobre el porche veíamos la luz. Finales de verano por las enredaderas, en los olivos secos, las palmeras desnudas de un jardín donde nada pasaba, solamente la vida. Con qué coraje, amor, y qué deprisa se nos llenó más tarde de paseos franceses y de farolas viejas. Y era un tiempo feliz el que vivimos, según dijeron luego. De mi infancia recuerdo dos zapatos vacíos y azules en el suelo, el olor de la casa, sus ojos y los tuyos que llegaron despacio igual que aquellos sueños heridos tibiamente por un lápiz de labios, carmín desesperado de posguerra. Crecimos en la oscura presencia de su risa, sobre balcones altos y glorietas, de espaldas al temor, a la miseria que nos miraba a veces desdibujadamente desde la ventanilla del último autobús. Perdón si os hice ...

Si yo te comentase que la vida es mentira

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Si yo te comentase que la vida es mentira, háblame del amor o de tu cuerpo, de la noche contigo. Y recuérdame luego los días que son días porque alguien me ama o acaso porque tú me prefieres. Luis García Montero

Canción pornográfica

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El agua pide orillas donde apoyar la frente, la noche busca sueños para entrar en las casas, la luz se hace murmullo y los países juegan a las cartas. Juegan como el silencio con sus ruidos para pensar que existen en un orden certero. Como los rayos de la luna, porque cantan su número y se van deshaciendo. Imágenes: Irina Todorova Juegan como los dioses sin castigo, suplican el color de una bandera y la sombra de un himno. Necesitados de soberanía, los desnudos no son papel de plata. Ya no hay sombras detrás de los abrazos y los países juegan a las cartas. Luis García Montero

He habitado en un nombre

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He habitado en un nombre. De repente la ciudad que me hizo se deshace, excluye de su tiempo mi experiencia. Nunca las calles nuevas son caminos, sólo imágenes rotas, fortalezas, edificios que guardan en sus ojos órdenes de silencio. ¿Dónde estoy? ¿Son recuerdos heridos? ¿Y por dónde corre el coche que acabo de comprarme? Luis García Montero

Se deshizo la luz

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Se deshizo la luz, equivocó su horario por dejarte desnuda, desdibujó tus ojos mientras me sonreías. Mientras me sonreías vi una sombra inclinada desvestirse, abrir la cremallera despacio del silencio, dejar sobre la alfombra la civilización. Y tu cuerpo se hizo dorado y transitable, feliz como un presagio que nos enfurecía. Que nos enfurecía. Solamente nosotros (camaradas de una cama ruidosa) y el deseo, ese difícil viaje de ida y vuelta, que ahora insiste y me empuja a recordarte alegre, levantada, un relámpago abierto entre los ojos, recogiendo tu falda de joven colegial. Mientras me sonreías, yo me quedé dormido en las manos de un sueño que no puedo contarte. Luis García Montero

Déjame, pensamiento, déjame...

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Déjame, pensamiento, déjame, mañana seré tuyo, volveré a ser tu presa. Pero hoy, mientras la luz araña en los árboles y pide una oportunidad, quiero que me recoja la inútil primavera. A la casa del frío regresaré mañana, cuando el tiempo exponga sus razones y el corazón pregunte lo que falta por ver, cuántos latidos pueden quedarle para detenerse. Luis García Montero

Canción Pornográfica

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El agua pide orillas donde apoyar la frente, la noche busca sueños para entrar en las casas, la luz se hace murmullo y los países juegan a las cartas. Juegan como el silencio con sus ruidos para pensar que existen en un orden certero. Como los rayos de la luna, porque cantan su número y se van deshaciendo. Juegan como los dioses sin castigo, suplican el color de una bandera y la sombra de un himno. Necesitados de soberanía, los desnudos no son papel de plata. Ya no hay sombras detrás de los abrazos y los países juegan a las cartas. Luis García Montero

Ciudad

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No tuve más remedio que seguirla. Bajé con ella al día. Conocí gentes que fueron de mi condición, conversaciones de palabras lentas. Hablo de aquella edad que nos otorga la sensación de verse en un mundo inmediato, la ciudad que nos llama en los mismos lugares, en las mismas penumbras donde hay ojos que siguen el deseo desnudo de tus ojos, amor que pide tiempo, razones que parecen tus razones. Pero de pronto cambia el mundo en las ciudades, y aunque sé que cultivo mi deseo, para vivir aquí, entre los jóvenes, recorro sus caminos y comprendo que traigo la distancia no sé si de otra edad o de otra tierra, testigo de otra gente que no sabe beber, que tiene prisa, y que aprende a besarse en los rincones, con otra historia, con su propio tiempo. La ciudad no me sigue, va con ellos. Y escucho atentamente por si algo me llama, para sentirme vivo, para ir aprendiendo con la noche cómo ladran ahora los fantasmas del tiempo y la poesía. ...