Elegía de la rosa blanca
Fuiste cuando el silencio era una voz de llovizna cuando sabias corolas daban el equilibrio al corazón de junio y claras lunas tibias como pequeñas ruedas llevaron al abismo los insomnios por turbios y los deseos por vivos y angustiados. Indelicada rosa blanca. Desesperada rosa tierna. Dueña del infinito y precursora de la contemplación y el tedio. Rosa blanca: viviste puramente, como apasionada y cansada frialdad, como alba derrotista. Eras como un dolor inmóvil pero ceñido de ansias. Te guardaba en mis manos creyéndote un silencio de nieve. Eras torre y sirena. Eras madera blanca o brisa. Eras estrella distraída. En las noches parecías una selva despierta, muy mojada. Y al día siguiente eras perla gigante o tremenda montaña o cristalina y rauda flo...