Paseos marítimos
Será porque el amor tenía entonces el color de las lámparas de gas y yo tan pocos años que miraba caer en las hamacas una lenta experiencia de cansado septiembre Era en las tardes últimas. Sentados sobre el porche veíamos la luz. Finales de verano por las enredaderas, en los olivos secos, las palmeras desnudas de un jardín donde nada pasaba, solamente la vida. Con qué coraje, amor, y qué deprisa se nos llenó más tarde de paseos franceses y de farolas viejas. Y era un tiempo feliz el que vivimos, según dijeron luego. De mi infancia recuerdo dos zapatos vacíos y azules en el suelo, el olor de la casa, sus ojos y los tuyos que llegaron despacio igual que aquellos sueños heridos tibiamente por un lápiz de labios, carmín desesperado de posguerra. Crecimos en la oscura presencia de su risa, sobre balcones altos y glorietas, de espaldas al temor, a la miseria que nos miraba a veces desdibujadamente desde la ventanilla del último autobús. Perdón si os hice ...