El otoño
¡Salve, bosques que ciñen los verdores postreros! Amarillos follajes en la hierba esparcidos; ¡salve, breve hermosura! La natura enlutada se acomoda al dolor y me es grata a los ojos. Ando a pasos muy lentos el desierto camino y por última vez vuelvo a ver este sol palidísimo y bello cuya luz expirante ilumina a mis pies la tiniebla del bosque. Para mí hay más encanto en la luz del otoño cuando todo se muere a su vista empañada: el adiós de un amigo, la sonrisa postrera de unos labios a punto de sellarse por siempre. Ya dispuesto a dejar la ilusión de la vida, y llorando los sueños esfumados que tuve, vuelvo aún la cabeza y envidioso contemplo esos grandes tesoros de que nunca gocé. Tierra y sol, valles, bella, mansa naturaleza, os debía una lágrima con un pie en el sepulcro. ¡Todo el aire es perfume y la luz es tan pura! ¡Al que muere este sol le parece tan bello! Yo quisiera apurar hasta las mismas heces este cáliz que mezcla co...