Música de fondo
Llega el momento de decir la palabra y se la deja fluir, se la ayuda a resbalar entre los labios, anclada ya en sus límites de tiempo. La palabra se funda a ella misma, suena allá en el corazón del que la habla y trepa poco a poco hasta nacer y antes es nada y sólo una verdad la hace constancia de algo irrepetible. Súbitamente esa palabra aumenta el hallazgo caudal de la memoria, boga sobre los hombres que la escuchan, gira anhelante entre vislumbres y se alza más y más y se perfila, pule sus bordes balbucidos, se nivela entre sueños. Después inicia su holocausto. Función de amor o de vileza, la palabra se gasta en los oídos, puebla sus márgenes de brozas, se torna vana, amago de un aliento, oscuridad final y sin sentido. Está cayendo ya hecha pedazos. Rescoldos sumergidos, restos de rescates sin fondo, flota y flota sobre las intenciones ...