A la rosa,  a esta rosa,  a la única,  a esta gallarda, abierta,  adulta rosa,  a su profundidad de terciopelo,  al estallido de su seno rojo.  Creían,  sí,  creían  que renunciaba a ti,  que no te canto,  que no eres mía, rosa,  sino ajena,  que yo  voy por el mundo  sin mirarte,  preocupado  sólo  del hombre  y su conflicto.  No es verdad, rosa,  te amo.  Adolescente,  preferí las espigas,  las granadas,  preferí ásperas flores  de matorral, silvestres  azucenas.  Por elegante  desprecié tu erguida  plenitud,  el raso matinal de tu corpio,  la indolente insolencia  de tu agonía, cuando  dejas caer un pétalo  y con los otros  continúas ardiendo  hasta que se esparció todo el tesoro.      Me perteneces,  rosa,  como todo  lo que hay sobre la tierra,  y no puede  el poeta  cerrar los ojos  a tu copa encendida,  cerrar el corazón a tu fragancia.  Rosa, eres dura:  he visto  caer la nieve en mi jardín:  el hielo  paralizó la vida,  los grandes árboles  quebraron sus ramajes,  solo,  ro...
 
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