Cuando todo suceda



CUANDO TODO SUCEDA

Digo: comience el sendero a serpear
delante de la casa. Vuelva el día
vivido a transportarme
lejano entre los chopos.

Allí te esperaré.

Me anunciará tu paso el breve salto
de un pájaro en ese instante fresco y huidizo
que determina el vuelo,
y la hierba otra vez como una orilla
cederá poco a poco a tu presencia.

Te volveré a mirar, a sonreír
desde el borde del agua.
Sé lo que me dirás. Conozco el soplo
de tus labios mojados:
tardabas en llegar. Y luego un beso
repetido en el río.

De nuevo en pie siguiendo tu figura
regresaré a la casa lentamente
cuando todo suceda.




DONDE TÚ NO ESTUVIERAS

Dónde tú no estuvieras,
como en este recinto, cercada por la vida,
en cualquier paradero, conocido o distante,
leería tu nombre.
Aquí, cuando empezaste a vivir para el mármol,
cuando se abrió a la sombra tu cuerpo desgarrado,
pusieron una fecha: diecisiete de marzo. Y suspiraron
tranquilos, y rezaron por ti. Te concluyeron.
Alrededor de ti, de lo que fuiste,
en pozos similares, y en funestos estantes,
otros, sal o ceniza, te hacen imperceptible.
Lo miro todo, lo palpo todo:
hierros, urnas, altares,
una antigua vasija, retratos carcomidos por la lluvia,
citas sagradas, nombres,
anillos de latón, sucias coronas, horribles
poesías...
Quiero ser familiar con todo esto.
Pero tu nombre sigue aquí,
tu ausencia y tu recuerdo
siguen aquí.
¡Aquí!
donde tú no estarías,
si una hermosa mañana, con música de flores,
los dioses no te hubieran olvidado.




ESA FLOR INSTANTÁNEA

Miedo a perderse ambos,
vivir el uno sin el otro:
miedo a estar alejados
en el viento de la niebla,
en los pasos del día,
en la luz del relámpago,
en cualquier parte. Miedo
que les hace abrazarse,
unirse en este aire
que ahora juntos respiran.
Y se buscan y se buscan
esa flor instantánea
que cuando se consigue
se deshace en un soplo
y hay que ir a encontrar otras
en el jardín umbrío.
Miedo; bendito miedo
que propicia el deseo
la agonía y el rapto,
de los que mueren juntos
y resucitan luego.





LA NOCHE LE ES PROPICIA

Todo fue muy sencillo:
ocurrió que las manos
que ella amaba,
tomaron por sorpresa
su piel y sus cabellos;
que la lengua
descubrió su deleite.
¡Ah! detener el tiempo!
Aunque la historia
tan sólo ha comenzado
y sepa que la noche
le es propicia,
teme que con el alba
continúe su sed
igual que siempre.
Ahora el amor la invade
una vez más. ¡Oh tú
que estás bebiendo!
Apiádate de ella,
su garganta está seca,
ni hablar puede.
Pero escucha su herido,
respira la agonía
de un éxtasis y el ruego:
¡no te vayas, no, no te vayas.
¡Quiero beber yo!
Poemas: José Agustín Goytisolo
Fotos: Osselin

Comentarios

modes amestoy ha dicho que…
bellos pos poemas y con las fotos, geniales.
Un abrazo
Meme ha dicho que…
Bellísimos, tus poemas Modes y el hermoso homenaje a tu princesa.

Un abrazo
El Secretario ha dicho que…
Fíjate qué casualidad (??). Hacía más de 20 años que no leía nada de Umbral y, ahora que terminaba esta novela que te dije, se muere el hombre...
Me pediste que la comentara; seré breve: Está ambientada un poco antes que el poema, se trata de los años 20 y 30 (hasta la Guerra Civil).
Sin ser una obra maestra, tiene sus momentos brillantes y está lleno de unas metáforas chispeantes y geniales.
Desbordando la chulería del propio Umbral en una falsa autobiografía, rodeado por todo un "harén" de tías, primas, amigas, amantes,...
Cada una con sus pasiones arrebatadas y arrebatadoras. Aparecen personajes históricos como Picasso, Unamuno, Valle-Inclán, etc., con unos retratos y unos diálogos magistrales.

Hasta aquí la crónica de "Las señoritas de Aviñón" y D.E.P. su escritor.

Un abrazo.

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