Todo lo llena tu presencia:
lo distante y lo próximo,
lo pequeño y lo grande,
el delicado nudo de los sueños.
El mundo es una larga huella tuya
y yo piso la tierra
desterrando el olvido.
Con casto corazón, con ojos puros, te celebro, belleza, reteniendo la sangre para que surja y siga la línea, tu contorno, para que te acuestes a mi oda como en tierra de bosques o de espuma, en aroma terrestre o en música marina. Bella desnuda, igual tus pies arqueados por un antiguo golpe de viento o del sonido que tus orejas, caracolas mínimas del espléndido mar americano. Iguales son tus pechos de paralela plenitud, colmados por la luz de la vida. Iguales son volando tus párpados de trigo que descubren o cierran dos países profundos en tus ojos. La línea que tu espalda ha dividido en pálidas regiones se pierde y surge en dos tersas mitades de manzana, y sigue separando tu hermosura en dos columnas de oro quemado, de alabastro fino, a perderse en tus pies como en dos uvas, desde donde otra vez arde y se eleva el árbol doble de tu simetría, fuego florido, candelabro abierto, turgente fruta erguida sobre el pacto del mar y de la tierr...
Ponme una ropa oscura, la ropa de labor, trátame con dulzura, como si fuera una flor. Verás cuando oigas locas historias infantiles, que charladoras bocas son mis hojas sutiles. Mi saber es liviano, mi saber es profundo. Niño, me das la mano y yo te muestro el mundo. Yo te presento un hada y te charlo del sol, de la rosa encarnada, prima del arrebol; de la patria gloriosa, de las almas de luz, de la vida armoniosa del maestro Jesús Mis hojitas nevadas piden solo un favor: de tus manos rosadas un poquito de amor. Gabriela Mistral
Gustav Klimt Rectifico: es de Anne-Marie Zilbermann El sol, sobre la arena, luchadora durmiente, Calienta un baño lánguido en tu pelo de oro Y, consumiendo incienso sobre tu hostil mejilla, Con las lágrimas mezcla un brebaje amoroso. De ese blanco flameo esa inmutable calma Te ha hecho, triste, decir -oh, mis besos miedosos-: "¡Nunca seremos una sola momia Bajo el desierto antiguo y felices palmeras!" ¡Pero tu cabellera es un río tibio, Donde ahogar sin temblores el alma obsesionante Y encontrar esa Nada desconocida, tuya! Yo probaré el afeite llorado por tus párpados, Por ver si sabe dar al corazón que heriste La insensibilidad del azur y las piedras. Stéphane Mallarmé
Comentarios