Cuento de Navidad

-- Nada, ¿qué podemos hacer?
-- ¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!
La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.
-- Ya se me ocurrirá algo --dijo el padre.
-- ¿Qué...? --preguntó el niño.

-- Quiero mirar por el ojo de buey.
-- Todavía no --dijo el padre--. Más tarde.
-- Espera un poco --dijo el padre.

-- Hijo mío --dijo--, dentro de medía hora será Navidad.

La madre lo miró consternada; había esperado que de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del pequeño se iluminó; le temblaron los labios.
-- Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometisteis.
-- Pero... --empezó a decir la madre.
-- Sí --dijo el padre--. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.
Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.
Le dieron el reloj, y el niño lo sostuvo entre los dedos: un resto del tiempo arrastrado por el fuego, el silencio y el momento insensible.

-- ¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?

-- Ven, vamos a verlo --dijo el padre, y tomó al niño de la mano.
Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.
-- No entiendo.
-- Ya lo entenderás --dijo el padre--. Hemos llegado.
Se detuvieron frente a una puerta cerrada que daba a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.
-- Entra, hijo.
-- Está oscuro.
-- No tengas miedo, te llevaré de la mano. Entra, mamá.

Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto realmente estaba muy oscuro. Ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de ancho, por la cual podían ver el espacio. el niño se quedó sin aliento, maravillado. Detrás, el padre y la madre contemplaron el espectáculo, y entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.
-- Feliz Navidad, hijo --dijo el padre.

Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas.

Ray Bradbury
Comentarios
Gracias por contarnos un cuento y adornarlo con imágenes encantadoras.
Que esos cien mil millones de lucecitas te acompañen a ti y a toda tu gente.
Abrazo iluminado.
Un beso Secretario para ti, La Secre y vuestros com-pinches.
Canción de amor
¿Cómo debo poner el alma, para
que no roce la tuya? ¿Cómo debo
alzarla sobre ti, hacia otras cosas?
Ay, quisiera guardarla
junto a algo perdido, por lo oscuro,
en un lugar extraño y silencioso,
que ya no resonara cuando tu hondura vibra.
Pero cuanto nos roza, a ti y a mí
nos lleva juntos, como arco de violín
que saca de dos cuerdas una nota.
¿En qué instrumento estamos extendidos?
¿Qué violinista nos tiene en la mano?
Rainer Maria Rilke
Gracias Meme, no soy muy de navidades (aunque no lo parezca) pero sí tengo el convencimiento de que los humanos debemos hacer un esfuerzo generalizado por entendernos y comunicarnos, y desde esa óptica, para nosotros, este es el mejor momento.
Feliz Navidad.
Yo tambien deseo que millones de diminutas luces guien tu camino y el de toda tu familia y que el nuevo año 2008 os traiga felicidad y sobre todo alegría para todos vosotros.
Un beso muy, muy grande, mi querida Memé.
Josep Fàbrega.
Un abrazo y feliz Navidad
Qué cuento maravilloso con imágenes preciosas!
Gracias Meme
Felices Fiestas!
Ele
Vosotros con vuestras visitas y comentarios hacéis que ésta isla, día a día, mes a mes no se arrepiente haberse asomado (al principio con timidez) a este enorme universo de la
Blogo-esfera.
Un fuerte abrazo y un beso.