PARÉ en la carretera,
y al salir de aquel bar deshabitado
noté que me seguían.
La luz del coche ajeno se acercó
a la nuca indefensa de mi coche.
El policía de la incertidumbre
pudo esconderse a tiempo
en la cortina del atardecer.
Y detrás de la curva del pasado,
igual que la linterna de un minero
en el retrovisor,
aparecía y desaparecía
la huella del que estaba persiguiéndome.
Aceleré hasta hundirme
en la venganza de la noche,
mientras el lobo de las autopistas
buscaba soledad y luna llena
en los campos borrados,
en los cruces sin nadie,
en la ciudad sin nadie
borrada por la prisa.
Hubiera preferido detenerme
al llegar a mi casa,
abrir la puerta,
abandonarme al interrogatorio,
dejar que inspeccionaran las sombras de mi archivo,
que revolviesen los cajones.
Pero al estar allí pasé de largo,
doblé la esquina muerta
y seguí la ciudad
para llevarme el coche
inevitable que me perseguía
a la espuma infectada,
al movimiento inútil de los amaneceres.
No soporté que nadie pudiera descubrir
tan limpio de sospechas el lugar donde vivo,
no soporté el registro que ya no encontrará
los nombres que buscaba, las citas y las pruebas
de la conspiración.
No me acostumbro a ser inexistente.
y al salir de aquel bar deshabitado
noté que me seguían.
La luz del coche ajeno se acercó
a la nuca indefensa de mi coche.
El policía de la incertidumbre
pudo esconderse a tiempo
en la cortina del atardecer.
Y detrás de la curva del pasado,
igual que la linterna de un minero
en el retrovisor,
aparecía y desaparecía
la huella del que estaba persiguiéndome.
Aceleré hasta hundirme
en la venganza de la noche,
mientras el lobo de las autopistas
buscaba soledad y luna llena
en los campos borrados,
en los cruces sin nadie,
en la ciudad sin nadie
borrada por la prisa.
Hubiera preferido detenerme
al llegar a mi casa,
abrir la puerta,
abandonarme al interrogatorio,
dejar que inspeccionaran las sombras de mi archivo,
que revolviesen los cajones.
Pero al estar allí pasé de largo,
doblé la esquina muerta
y seguí la ciudad
para llevarme el coche
inevitable que me perseguía
a la espuma infectada,
al movimiento inútil de los amaneceres.
No soporté que nadie pudiera descubrir
tan limpio de sospechas el lugar donde vivo,
no soporté el registro que ya no encontrará
los nombres que buscaba, las citas y las pruebas
de la conspiración.
No me acostumbro a ser inexistente.
Luis García Montero
Comentarios
No sé que pasa con mi blog. Sé que estáis, sin embargo no os veo.
Un beso
Al final me compraré un libro de Luis García Montero, me estás aficionando y me encanta.
Saludos.
Un abrazo, quizas invisible...
Son los comentarios en “las Nanas”. A partir del séptimo todo me quedó en blanco. Anoche, desesperada y trasteando pulsé el comando “reducir los posts” veía vuestros nombres y comprobé que no os he perdido, menos mal, ya que vuestras palabras sí que me llegaron por e-mail.
Un fuerte abrazo y un beso de momento visible, espero.
Gracias por haberme permitido conocer algo nuevo.
un beso
Esos versos dejados en frondosidad son un preciado escudo.
Saludos.
Y tú menos que nadie!
Molts petonets Preciosa Illenca!
Espero salir del blog y hacerme visible en alguna ocasión, poniendo los pies en tu hermosa isla.
Un abrazo.
Gracia a ti y vuelve cuando quieras..
Un beso
Goathemala , amigo
gracias por esta hermosa foto de los molino.
Un abrazo
Selma , espero que pronto vuelvas a llenar tu jaima con tus palabras mágicas, olores y música.
Gracias por el té y las pastas que siempre encontramos allí.
Un beso.
Chela
Me encantaría que nos conociésemos, tanto aquí en mi Isla como en tu hermosa tierra.
Un beso.